Nadia Boulanger (París, 1887-1979) fue una música francesa extraordinaria. Aunque tocaba el piano, dirigía orquestas y componía música, su verdadera genialidad estaba en enseñar. Formó a algunos de los músicos más importantes del siglo XX y es considerada la mejor profesora de música de todos los tiempos.
Una familia de músicos
Nadia creció rodeada de música. Su padre, Ernest Boulanger, era compositor y profesor, y su abuela había estudiado violonchelo. Desde pequeña participaba en las reuniones musicales de su familia, donde conoció a grandes compositores como Gounod, Saint‑Saëns y Fauré.
Entró muy joven al prestigioso Conservatorio de París, donde destacó en todas las materias: solfeo, órgano, piano y composición. Estudió con grandes maestros como Gabriel Fauré y Charles‑Marie Widor. En 1908 logró algo histórico: obtuvo el segundo lugar en el Premio de Roma, siendo una de las primeras mujeres en conseguirlo.
Desde los 16 años ya daba clases para ayudar a su familia económicamente. Así comenzó una carrera como profesora que duraría 70 años.
Una compositora exigente consigo misma
Desde niña estudió composición con Gabriel Fauré y en paralelo desarrolló una carrera como intérprete. Escribió más de treinta canciones, piezas para órgano y piano y obras orquestales, y en 1912 incluso dirigió un concierto de la Société des Matinées Musicales en el que se estrenaron algunas de sus propias composiciones. Sin embargo, el enorme nivel de exigencia que se imponía a sí misma (acentuado tras la muerte de su hermana Lili, cuya música decidió difundir de forma prioritaria) le llevó a rechazar su catálogo e incluso a calificarlo de “música inútil”. Pese a esa autocrítica, las obras que se conservan destacan por su refinado contrapunto y un lirismo muy personal.
Pionera como directora de orquesta
Aunque abandonó en parte la composición, su carrera como directora de orquesta rompió numerosos techos de cristal. Tras una pausa durante la Primera Guerra Mundial, en 1934 volvió a dirigir al frente de la orquesta de la Escuela Normal de Música de París y, ese mismo año, de la Orquesta Filarmónica de París.
En 1936 viajó a Inglaterra y fue la primera mujer en dirigir a la Orquesta Filarmónica de Londres, grabando además seis discos con madrigales de Claudio Monteverdi. Un año después se convirtió en la primera mujer que ofreció un concierto completo con la Royal Philharmonic Society.
Su presencia en Estados Unidos fue igual de pionera: en 1938 dirigió la Orquesta Sinfónica de Boston y estrenó el Concierto Dumbarton Oaks de Stravinski, mientras que en 1939 fue la primera mujer al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, la Orquesta de Filadelfia y la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington.
Una mujer excepcional
Además de enseñar, Nadia promovió la música de su hermana Lili Boulanger, quien fue la primera mujer en ganar el primer lugar del Premio de Roma. También se dedicó a difundir tanto música antigua como moderna.
Su método de enseñanza se basaba en estudiar a fondo las grandes obras maestras y ayudar a cada estudiante a encontrar su propio estilo musical. Gracias a su dedicación y visión abierta, influyó enormemente en la música del siglo XX.
El éxito de sus alumnos demuestra su genialidad como profesora: algunos se especializaron en música clásica, otros en jazz, música popular o experimental. Todos encontraron su propia voz gracias a sus enseñanzas.
Sus obras más importantes
- 30 canciones para voz y piano (1901‑1922) – incluyendo «Extase», «Désepérance» y «Soir d’hiver»
- 3 piezas para órgano (1911) y 3 piezas para piano (1914)
- Fantaisie variée (1912) – obra para orquesta
- Les heures claires (1909) – ciclo de canciones escrito con Raoul Pugno
- La ville morte (1910–1913) – ópera escrita con Raoul Pugno
El legado de Nadia Boulanger vive en las obras de todos los músicos que pasaron por sus clases y en el reconocimiento del importante papel de las mujeres en la historia de la música.